Volvía a ser de noche. En la posada Roca de Guía reinaba el silencio, un silencio triple.
El silencio más obvio era una calma hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera soplado el viento, éste habría suspirado entre las ramas, habría hecho rechinar el letrero de la posada en sus ganchos y habría arrastrado el silencio calle abajo como arrastra las hojas caídas en otoño. Si hubiera habido gente en la posada, aunque sólo fuera un puñado de clientes, éstos habrían llenado el silencio con su conversación y sus risas, y con el barullo y el tintineo propios de una taberna a altas horas de la noche. Si hubiera habido música… pero no, claro que no había música. De hecho, no había ninguna de estas cosas poco, y por eso persistía el silencio.
En la posada Roca de Guía, un par de hombres, apiñados en un extremo de la barra, bebían con tranquila determinación, evitando las discusiones series sobre noticias perturbadoras. Su presencia añadía otro silencio, pequeño y sombrío, al otro silencio, hueco y mayor. Era una especie de aleación, un contrapunto.
El tercer silencio no era fácil reconocerlo. Si pasabas una hora escuchando, quizás empezaras a notarlo en el suelo de madera y en los bastos y astillados barriles que había detrás de la barra. Estaba en el peso de la chimenea de la piedra negra, que conservaba el calor de un fuego que ya llevaba mucho rato apagado. Estaban en lento ir y venir de un trapo de hilo blanco que frotaba el veteado de la barra. Y estaba en las manos del hombre allí de pie, sacándole brillo a la superficie de caoba que ya brillaba bajo la luz de la lámpara.
El hombre tenía el pelo rojo como el fuego. Sus ojos eran oscuros y distantes, y se movía con la sutil certeza de quienes saben muchas cosas.
La posada de Roca de Guía era suya, y también era suyo el tercer silencio. Así debía ser, pues ése era el mayor de los tres silencios, y envolvía a los otros dos. Era profundo y ancho como el final del otoño. Era grande y pesado como una gran roca alisada por la erosión de las aguas de un río. Era un sonido paciente e impasible como el de las flores cortadas; el silencio de un hombre que espera la muerte.
«El Nombre del Viento» es una obra maestra de la fantasía escrita por Patrick Rothfuss. Este libro nos transporta a un mundo de magia, aventura y misterio a través de la cautivadora historia de Kvothe, un músico y mago legendario. A medida que seguimos sus peripecias desde su infancia en una troupe de artistas hasta su búsqueda de respuestas en una universidad mágica, nos sumergimos en un universo rico en personajes fascinantes y lugares misteriosos. Rothfuss teje una narrativa absorbente que combina la poesía de las palabras con la maravilla de la imaginación, haciendo que «El Nombre del Viento» sea una lectura esencial para cualquier amante de la fantasía. ¿Estás listo para descubrir los secretos que se esconden en este relato encantador?